El Foro Babel // Alejo Vidal-Quadras

El Foro Babel, un destello de luz en las tinieblas

Por Alejo Vidal-Quadras

 

© EFE

A mediados de los años noventa del siglo XX Cataluña se había transformado ya, tras década y media de gobiernos nacionalistas en la Generalitat, en Pujolandia, territorio sometido al experimento de ingeniería social más implacable que Europa Occidental hubiera conocido desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En este contexto de creciente hegemonía política, cultural, social y mediática del supremacismo tribal más agresivo -eso sí, bajo apariencias democráticas-, nació el Foro Babel, una iniciativa loable y bienintencionada de un grupo de intelectuales mayoritariamente situados en la izquierda que intentó sin éxito introducir algo de racionalidad y de rigor ético en el debate público de aquellos días. Yo ya había sido apartado de la presidencia del Partido Popular de Cataluña a petición del Muy Imputable y me consumía de impotencia desde un escaño de a pie en el Parlament y la inocua presidencia de la Comisión de Educación y Cultura del Senado mientras observaba el abandono del campo por parte del Gobierno de José María Aznar, que había decidido incomprensiblemente dejar paso libre a las hordas separatistas. Como es lógico, asistí con enorme esperanza e indisimulada satisfacción al nacimiento del Foro Babel, cuyos dos documentos definitorios, uno sobre el uso de las lenguas en Cataluña, aparecido en abril de 1997, y otro sobre su modelo social, publicado en junio de 1998, leí con avidez y con la alegría de hallar amplísimas coincidencias con las tesis que yo había venido sustentando en el terreno político y parlamentario desde 1988 hasta mi defenestración.

Se daba la circunstancia, además, de que en el pequeño núcleo impulsor del Foro -después se sumarían centenares de catalanes hartos de la presión nacionalista- figuraban personas por mí muy estimadas, como el catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras o el que fue el editor de mi primer libro de carácter político, Miquel Riera. Esencialmente, el diagnóstico que hicieron sobre la triste situación en la que se encontraba Cataluña y las propuestas que lanzaron para mejorarla estaban inspirados en los saludables principios popperianos de la sociedad abierta: libertad individual, democracia, imperio de la ley, espacio público de expresión de opiniones, sin coacción, y pluralismo. En el caso de la lengua, su formulación esclarecedora del concepto estatutario de “lengua propia” estableció con rotundidad que “propia” no significaba “única”, sino “diferenciadora”, y que el auténtico hecho diferencial de Cataluña es precisamente el bilingüismo espontáneo y natural de sus pobladores, por lo que la imposición forzada del monolingüismo catalán en la enseñanza, la administración, las instituciones e incluso las actividades económicas y sociales privadas, no sólo constituía un atentado intolerable contra la libertad y los derechos individuales, sino que de hecho iba contra la verdadera sustancia de la vida catalana, esa que Ferrater Mora había descrito como configurada por la continuidad, el seny, la mesura y la ironía.

Otra aportación fundamental del Foro Babel al combate contra las aberraciones de la doctrina nacionalista fue su denuncia de la ruptura de facto por parte de los independentistas del pacto de la Transición, que consistía en devolver a Cataluña sus instituciones tradicionales, la cooficialidad del catalán y su autonomía política a cambio de que se respetase el marco constitucional y la unidad de España. Esta felonía, culminada hoy con el infame golpe separatista del 1 de octubre, fue señalada muy acertadamente por el Foro con premonitoria anticipación, aunque por desgracia los dos grandes partidos nacionales hicieron oídos sordos, con el resultado que ahora estamos padeciendo.

El Foro Babel introdujo un diseño de Cataluña basado en cuatro componentes: ciudadanía, bilingüismo, pluralismo y federalismo, es decir, un planteamiento completamente distinto y, en muchos aspectos clave, opuesto al pensamiento único nacionalista imperante. Este enfoque ilustrado, democrático y sensato, si hubiera sido adoptado por el PSC en lugar de plegarse mansamente a los dictados del particularismo identitario, habría llevado a Cataluña por derroteros muy diferentes a los que la han conducido al desastre del disparatado “procés”.

Mucho más tarde que el seminal y profético Manifiesto de los 2.300, el Foro Babel tuvo también el mérito de avisar de un peligro que nadie fuera de Cataluña quería ver, y en este aspecto quedará para siempre como un destello de luz en las tinieblas creadas por el oportunismo, el maniqueísmo, el electoralismo y los complejos de las elites políticas madrileñas. Como otros movimientos de resistencia frente al totalitarismo nacionalista, el Foro se disolvió a los pocos años de su alumbramiento sin cristalizar en una entidad formalmente registrada o en una opción electoral. Sin embargo, su trabajo de concienciación y de articulación de un conjunto de ideas alternativo al asfixiante dominio del nacionalismo identitario, junto con el de otros movimientos similares igualmente modestos y heroicos, ayudó a generar el fermento del que surgiría la fuerza política que ha llenado eficazmente el hueco abierto por la cobarde deserción del PP en Cataluña y que se perfila en la actualidad como la poderosa herramienta de la que disponen los catalanes comprometidos con la defensa del orden constitucional y de la legalidad para derrotar por fin a la tiranía excluyente del separatismo. La lucha por la libertad, en contra de lo que de manera tan optimista postuló Francis Fukuyama al caer el Muro de Berlín, no termina nunca y a los integrantes del Foro Babel les cabe el legítimo orgullo de haber puesto un valioso jalón en este eterno combate que nos define como seres humanos.

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Eduardo Uriarte,Aleix Vidal-Quadras,Francisco Caja y Nicolás Redondo Terreros – EFE /Toni Garriga

Alejo Vidal-Quadras es catedrático jubilado de Física Atómica y Nuclear y político. Fue presidente del PP de Cataluña desde 1991 a 1996, cuando, como consecuencia del pacto del Majestic, la dirección nacional del partido le apartó del cargo, reubicándolo, tres años después, en el Parlamento Europeo, donde ejerció de vicepresidente desde 1999 a 2014.

Este artículo se halla incluido en la obra coral Constitucionalismo en el horizonte europeo