Ok Diario

21 diciembre, 2017

¿Fue Sócrates catalán?

Los nacionalismos mantienen desde siempre una tortuosa relación con la historia. En el caso de Cataluña, la relación del nacionalismo independentista con el pasado oscila entre una interpretación como mínimo prejuiciosa y sesgada, que engrandece sistemáticamente los propios logros mientras que empequeñece aquellos atribuidos a los vecinos —por ejemplo, exaltando el “imperio catalán” medieval del Mediterráneo y despreciando la expansión hispana en América— hasta el cultivo y florecimiento reciente del más puro bullshit histórico. Bullshit es un término anglosajón popularizado también en español común, pero con un significado científico bastante preciso: al menos desde el estudio del filósofo Harry G. Frankfurt se refiere a los discursos orientados a persuadir pero sin reparar en absoluto en cuáles sean los hechos y las evidencias. El creador de bullshit genuino en estricto sentido no miente, no está preocupado de si lo que dice es verdadero o falso, sino sólo de los efectos perturbadores que logra sobre su audiencia.

Tan sólo este marco explica que, especialmente durante los últimos años, un conjunto de intelectuales, historiadores e institutos subvencionados por la maquinaria del nacionalismo radical se hayan dedicado a propagar con fervor un pintoresco revisionismo de la historia según el cual Tartessos es Tortosa, Cristóbal Colón se llamaba Joan Colom i Bertan, su hijo Hernando se ocultó bajo el pseudónimo de Erasmo de Rotterdam, Leonardo da Vinci tenía orígenes catalanes y se inspiró en la virgen de Montserrat para pintar la Gioconda, y la mayoría de los conquistadores americanos eran —de Cortés a Pizarro— en realidad catalanes, igual que el monje Bartolomé de las Casas (Cases) que denunció sus abusos, así como Teresa de Jesús y Garcilaso, entre otros muchos. De no ser por las intrigas de la Inquisición española y el maquiavelismo de Fernando el Católico, así como de sus mesetarios y fanáticos seguidores en el gobierno desde entonces, da la impresión de que hoy la civilización occidental sería un mero apéndice de la catalana.

Curiosamente, este intento de apropiación histórica nacionalista no carece de antecedentes. Los ideólogos independentistas no son ni mucho menos los primeros en tramar complicadas conspiraciones históricas para sustraer la sabiduría y los logros culturales de los pueblos originarios. Para poner un ejemplo destacado, en los años 90 del siglo pasado la idea de que los filósofos griegos habían robado la sabiduría e incluso la idea de democracia a los egipcios —según una actualización, aún más delirante, a los árabes) llegó a difundirse tanto por las universidades que exigió a algunos académicos serios, en particular a la historiadora de filosofía antigua Mary Lefkowitz, el arduo trabajo de refutarla punto a punto.

No hay duda de que poner en adecuada perspectiva la apropiación histórica impulsada por el nacionalismo hace que sus relatos ganen en color y matices. Se podría decir que los creadores de bullshit independentista se sienten poscoloniales, a semejanza de esos intelectuales afrocentristas de los años 90 que, amparándose en la noble lucha contra el racismo, afirmaban sin despeinarse la ascendencia africana de Sócrates y Cleopatra —es cierto que todos tenemos orígenes africanos, ¡pero no tan recientes!—, o que Aristóteles había robado su filosofía de la Biblioteca de Alejandría, pese a que ésta sólo se construyó tras su muerte. Irónicamente, la manipulación nacionalista de la historia se bifurca por un camino hacia el supremacismo y por otro a un melancólico sentimiento de inferioridad. Un atolladero tan absurdo como empobrecedor para todos del que sería sencillo salir sólo con que los catalanes nos sintiéramos y supiéramos parte de la verdadera historia común que nos liga particularmente a España y al resto de Europa.

Publicado en Ok Diario el 21 de diciembre de 2017