Por Inger Enkvist
Tradicionalmente, cuando se hablaba de aprender una lengua, se aludía a dos métodos: el estudio de la lengua en la escuela o el aprendizaje de la misma trasladándose al país en cuestión. Desde los años 1960, también existe como método la ”inmersión”, es decir, la enseñanza de las materias escolares en una lengua distinta de la materna para que los alumnos adquieran a la vez los conocimientos de las materias y los de una nueva lengua. La inmersión puede aplicarse de manera parcial o total y de manera temprana o tardía. Se empezó a hablar del método a raíz de unas experiencias en Canadá, tras de las cuales despertó entusiasmo el que los alumnos anglófonos aprendieran mucho francés y a la vez no fueran rezagados en el conocimiento de las materias ni en el nivel de inglés.
Aquellos resultados, no obstante, se produjeron en unas circunstancias muy precisas. No en vano, se había ofrecido a grupos de alumnos anglófonos participar, de forma voluntarria, en el programa, que consistía en estudiar parte del currículum en francés. En Canadá, los funcionarios nacionales deben dominar las dos lenguas, así que la enseñanaza en cuestión era útil para la futura carrera profesional del alumno. En estos grupos, todos los alumnos eran anglófonos e, insisto, todos eran, además, voluntarios. Los profesores, por su parte, tenían la misma formación docente que los demás profesores canadienses. Posteriormente, se comprobó que el éxito del programa estaba relacionado con la capacidad cognitiva de los alumnos en cuestión. Los alumnos con baja capacidad cognitiva o con problemas de conducta optan por abandonar los programas de inmersión y, muchas veces, pierden un año, porque su inglés no se ha desarrollado tanto como el de los alumnos sin inmersión.
El proyecto catalán de inmersión es distinto. Se basa en una visión de la historia, de la lengua y de la política al servicio de un movimiento, el nacionalista, con afán hegemónico. Ya en los años 1960, Pujol escribió que el futuro de Cataluña como nación debía basarse en la lengua como ”hecho diferencial”, lo que pasaba por convertir a los hijos de los obreros de habla castellana en catalanoparlantes por la vía de la educación.
En 1981 se empezó a imponer el catalán como lengua vehicular. Al comienzo, como queda dicho, se habló de una ”normalización” lingüística. Se decía que imponer el catalán era necesario para que Cataluña siguiera siendo bilingüe, porque el catalán estaba ”amenazado”. Un argumento recurrente era que los alumnos ya aprendían el castellano en la calle. Junto con los medios de comunicación, la educación fue elegida como el instrumento fundamental para la ingeniería social del nacionalismo.
Además, imponer como lengua vehicular el catalán ha ido de la mano de un adoctrinamiento político generalizado. Los nacionalistas se presentan como víctimas de injusticias históricas. Repiten a menudo que Franco perseguía el catalán, cuando lo cierto es que con Franco, en 1967, había más horas de catalán (5) en la escuela catalana de las que hay ahora de castellano (2 ). En las escuelas catalanas de hoy han desaparecido canciones, poemas y refranes en castellano, pero por todos lados se ven la bandera catalana y las fotos de Pujol o del presidente de turno.
Todo lo anterior subraya que el uso de la inmersión en Cataluña es totalmente diferente del que se emplea para aprender un idioma. ¿Qué debe hacerse? Hace falta reescribir el artículo de la Constitución que se ocupa de las lenguas y no dejar la educación en manos de las autonomías. Debe ponerse fin a la inmersión obligatoria en catalán y reintroducir un examen de bachillerato en castellano exactamente igual en toda España.
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Inger Enkvist es una hispanista y ensayista sueca. Ha traducido al sueco a Mario Vargas Llosa y Juan Goytisolo y publicado estudios sobre Unamuno, Ortega y Gasset, María Zambrano y Fernando Savater, entre otros autores. En el campo de la educación, se ha significado por su discurso en defensa del esfuerzo y el mérito, la recuperación de la memoria como método de aprendizaje y, en general, la refutación de nociones como el espontaneísmo o el buenismo. Es, asimismo, una encendida detractora del tipo de inmersión lingüística que se practica en Cataluña.
Este artículo se halla incluido en la obra coral Constitucionalismo en el horizonte europeo