Señoras y señores, amigos, muy buenos días a todos.
Quisiera darles las gracias por invitarme a este debate en el marco de la Conferencia sobre Ciudadanía Europea en tiempos de retos.
Gracias, Marta, por la presentación y la introducción.
Desde noviembre soy eurodiputada y miembro de la Comisión de Cultura y Educación. En este comité se trabaja sobre las políticas relacionadas con la educación, el trabajo juvenil, el patrimonio cultural y las industrias creativas entre otras cosas.
En la forma en que abordamos los debates y el trabajo legislativo los que nos identificamos como europeístas en el Parlamento intentamos enfatizar el papel de la integración y de la ciudadanía europea como principio inspirador.
El programa Europa para los Ciudadanos – del cual soy ponente del informe de Implementación en el Parlamento Europeo – tiene como objetivo, como todos ustedes conocen, fomentar la participación directa de los ciudadanos en la Unión Europea y promover el diálogo entre las instituciones, las organizaciones de la sociedad civil y los municipios.
Por esta razón, organizamos ayer con la Oficina del Parlamento Europeo en Barcelona, que tan buena labor realiza y quiero aprovechar para reconocer, una reunión con los beneficiarios y con los representantes de organizaciones y ayuntamientos españoles que están interesados a participar en este Programa.
La sesión fue muy útil para intercambiar opiniones y tomar nota de las sugerencias – y también de las críticas que han surgido – para la redacción del borrador del informe.
El hecho de que este acto se celebre en España y además en mi ciudad, Barcelona, me ofrece la ocasión de reflexionar como ciudadana sobre nuestra propia memoria histórica española y europea.
Como saben, una de las dos áreas temáticas del Programa está dedicada a la Memoria Europea. En la apertura del Congreso se ha hablado muy oportunamente de la importancia para nosotros, como españoles y europeos, de no olvidar nunca la guerra civil española y las víctimas del franquismo y en general a todas las personas que sufrieron los horrores de ese conflicto.
Añadiré que no hay que olvidar tampoco las victimas del terrorismo. Aunque el terrorismo de ETA ha acabado hace muy pocos años, su organización aún no ha anunciado su disolución final y representa una verdadera «página negra» de la historia catalana, española y europea.
Precisamente el domingo se conmemoró el XXV aniversario del atentado en casa cuartel de Vic. Permítanme decir que la unidad del acto y la participación conjunta de todas las instituciones es, para mí, el camino y no las acciones previas que hemos vivido tanto en el Parlamento Europeo como el catalán de blanqueo de la memoria.
La Ciudadanía Europea está en la raíz del concepto de Europa y se refleja en el conjunto de valores que han inspirado su fundación, aunque hoy avanza con mil dificultades. No nos hagamos ilusiones, no estamos en un momento feliz para Europa, no sólo como entidad política y económica, sino también como concepto propiamente cultural.
Por esta razón, creo que este informe de implementación del programa Europa con los Ciudadanos tiene una importancia crucial por el momento histórico que estamos viviendo.
Acabaré esta breve introducción «teórica», con una pequeña anécdota antes de pasar a nuestra propuesta concreta de implementación y escuchar sus ideas, consejos y recomendaciones.
Me han contados algunos colegas que cuando comenzó este programa en 2004, la idea era de llamarlo «Citizens for Europe» y no «Europe for Citizens».
Luego, un diputado de mi grupo parlamentario, el grupo de los Liberales y demócratas europeos, propuso invertir el orden de las palabras y, así, resaltar el hecho de que Europa tiene que estar a disposición de los ciudadanos y no al contrario.
No sé si se trata de una leyenda, pero sin duda fue una propuesta acertadísima. En este mismo espíritu, hoy queremos trabajar sobre esta propuesta de implementación por parte del Parlamento Europeo.
A diferencia de los Programas Erasmus Plus y Europa Creativa, el programa Europa con los Ciudadanos no es tan conocido y la participación es muy baja entre las organizaciones no gubernamentales, las fundaciones que se ocupan de asuntos relacionados con la ciudadanía europea, los ayuntamientos y las redes de regiones y ciudades.
A través de una plataforma que permita un conocimiento profundo de los fondos disponibles y un fortalecimiento de las relaciones con los puntos de contactos en los Estados Miembros, trabajaremos para que todas las organizaciones y administraciones locales conozcan en detalle las posibilidades ofrecidas por este programa.
En el Parlamento y sobre todo en la Comisión Cultura y Educación venimos solicitando un incremento del presupuesto para poder premiar los proyectos más interesantes que llegan a la agencia de evaluación. A esta petición se han adherido otras organizaciones como el Consejo de Municipios y Regiones de Europa (CCRE/CEMR) quien en 2011 pidió, simbólicamente, una dotación de un Euro por cada ciudadano europeo.
Además, si lo comparamos con el presupuesto de los Programas Erasmus y Europa Creativa, resulta evidente que es necesario dotar a este programa con un mayor esfuerzo financiero.
Antes de concluir quiero hablarles brevemente de una línea de acción y pensamiento que me gustaría incorporar a este programa: la idea de un secularismo positivo e integrador para Europa.
“Secularismo” es un término con una historia algo distinta a laicismo, y tiene una connotación más moral que política. Fue acuñado a mediados del siglo XIX para subrayar la confianza en la razón como guía de los asuntos humanos.
A veces también lo llamamos “humanismo secular”, es decir, la idea de que es posible una ética autónoma, basada en principios racionales y universales, y en consecuencia que una sociedad secular que no sea caótica también es factible.
De hecho, algunas de las sociedades más seculares en Europa son también las socialmente más estables, prósperas y pacíficas.
Tengo la convicción de que es posible fomentar un secularismo positivo, distinto a ese nihilismo reactivo que se asocia y confunde con la pérdida de las creencias tradicionales, y que fomente un modo de ser personal, familiar y social más rico y responsable. También considero que este secularismo puede llegar a ser integrador, pues la tradición de la filosofía enseña que la razón, si bien no libre de sombras, es común en la humanidad.
Estoy convencida de que Europa necesita perseverar en una razón y una moral secular para sobrevivir, quizás hoy más que nunca, en medio de una pluralidad de visiones donde los marcos tradicionales no siempre garantizan el orden para el mutuo beneficio al cual aspiramos.
Muchas gracias.
Cover: © European Union, 2018