Ayer fue un día sombríamente histórico. Un día que yo no pensé que viviría cuando entré en este Parlamento. La pasada semana, por un escaso margen, absurdamente escaso ante la decisión que se tomaba, los ciudadanos británicos votaron por salir de la Unión Europea.
Fue una campaña alimentada por la exaltación de los peores sentimientos que pueden mover a las personas. Como tantas veces hemos visto en nuestro país, España, los políticos nacionalistas les dijeron a los ciudadanos que su independencia y su libertad estaban siendo secuestradas. Que su bienestar y su riqueza estaban siendo administradas por extranjeros que las malgastaban o que las robaban. Que su vida sería mucho mejor sin compartir, y que abandonar al resto de los europeos les iba a garantizar, cómo no, un futuro dorado, sin estrecheces ni sobresaltos.
La realidad se está imponiendo evidenciando la imposibilidad de desentenderse de los vecinos en un mundo fuertemente interconectado. Las consecuencias no han hecho más que entreverse y ya muchos de los líderes separatistas piden tiempo y comprensión. Incluso admiten que no todos los argumentos que usaron para convencer a sus conciudadanos eran verídicos.
Ayer tuvimos una sesión en el Parlamento en la que los principales líderes de los grupos hablaron. Nigel Farage, del Ukip, el partido más agresivamente anti Europa, lo hizo con orgullo y desprecio. Marine Le Pen utilizó un tono de burla calificando el triste desenlace como una historia bonita. Syed Kamall, conservador pro Brexit pidió «sosiego», entendiendo con ello que la Unión Europea acepte un trato aún más privilegiado a partir de ahora con su país.
Como hacen todos los nacionalistas, exigen tratos de favor para concedernos el honor de tener relaciones con ellos. Pero el presidente de mi grupo, ALDE, el diputado Guy Verhofstadt, recogió muy bien el sentir de la mayoría. Y este sentir es que el Reino Unido ha de aceptar la responsabilidad de sus errores. Que los acuerdos y decisiones han de cumplirse respetando su letra. Como dijo Jean-Claude Juncker, out is out.
El mensaje debe ser lo más claro posible y la aplicación del artículo 50, el que establece los pasos para que un país pueda retirarse de la Unión Europea, no debe retrasarse ni un día más de lo debido. Hemos de acabar con esta inLa única consecuencia positiva será el baño de realidad que se hará patente en los próximos días. Nacionalistas de otros países tienen tentaciones similares y los ciudadanos podrán utilizar su voto con responsabilidad y mayor conocimiento de causa.
Y el mensaje positivo fue que la mayoría de los miembros del Parlamento se manifestaron apoyando una resolución conjunta. Si nos mantenemos unidos podremos sacar adelante el proyecto más importante desde un punto de vista económico y de progreso, pero también y sobre todo desde un punto de vista ético, desde las infaustas guerras mundiales que resultaron de un amor a la patria muy mal entendido.
Cover: © European Union, 2017